Última observación para el tema del amor.
Una vez viajé durante mucho tiempo en un tren, desarrollando mi humildad y estudiando la situación.
Mis vecinos eran una madre muy grosera, con un cuerpo muy gordo, y su hijo, cadete de la escuela militar y futuro oficial, de 15 años aproximadamente.
Durante todo el viaje, que duraba muchas horas, la madre gritaba constantemente y se le podía oír en el coche entero del tren.
¿Qué es lo que estaba gritando? Estaba, simplemente, hablando de esta manera con su hijo, expresándole todo lo que llegaba a su mente, todos sus pensamientos.
¿Qué es lo que estaba gritando? Estaba, simplemente, hablando de esta manera con su hijo, expresándole todo lo que llegaba a su mente, todos sus pensamientos.
Por ejemplo, «¡Hijito, voy a botar en la basura el resto de la manzana!
¿Por qué no contestas cuando tu madre se dirige a ti?».
Y su «hijito», agotado, con una cara entorpecida, sólo podía menear la cabeza débilmente, mirando en la ventana.
¿Cómo podemos caracterizar la conducta de esta «mamita» que amaba sinceramente a su hijo?
¿La violencia? Sí.
¿Falta de tacto? Si.
Podemos también nombrar otras cualidades suyas.
Pero lo más importante es la ausencia de tranquilidad en su amor.
La facultad de experimentar profunda tranquilidad interior, especialmente cuando no hay necesidad de actuar enérgicamente, es muy importante y valiosa.
Es un pre requisito para el amor verdadero.
Los intentos de amar sin tranquilidad se convierten a menudo en situaciones caricaturescas, como aquella mostrada en el ejemplo anterior.
Tal «amor» sólo puede mutilar a sus victimas y provocar en ellos el deseo intenso de huir, si es que hay adonde.
El estado de Dios Padre en Su Morada puede ser descrito como Tranquilidad Tierna.
Así que, aprendamos esto de Él, preparándonos para la Unión con Él.
Cabe mencionar
también que la tranquilidad no es opuesta a la energía (vigor) sana, sino que se combina armónicamente.
¡Reflexionemos en esto y apliquémoslo a nosotros mismos!
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