martes, 5 de abril de 2011

La rebelión de Lucifer

del libro " Luz y Oscuridad "

                                   

La intromisión ocurrió en tiempos de la venida de la cuarta raza raíz. Si echamos un vistazo a nuestro alrededor y reparamos en la confusión existente en la Tierra hoy en día, quizá nos asalten las preguntas: 
¿dónde comenzó todo esto?, ¿de dónde proviene?, ¿cómo hemos llegado a este reino de penumbra en el que carecemos de una visión de la totalidad?
Lucifer, el caído, eligió utilizar la inmensa luz que Dios le dio, para glorificarse a sí mismo y a su propia imagen, por egoísmo, y para competir con el Creador. Resulta difícil comprender cómo pudo rebelarse un ser tan exaltado, a quien se le llamó en su día "  hijo de la mañana"  y"  Lucifer"  (nombre que significa: portador de luz ), alguien tan cercano al corazón mismo de Dios.
Los textos apócrifos del Nuevo Testamento, escritos religiosos que, aun procediendo de los primeros cristianos, no llegaron a formar parte de la Biblia, narran que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, a Sus hijos e hijas. Y tras crear a estos seres crísticos, dijo a sus ángeles: Ahora he creado al hombre a mi propia imagen y semejanza. Por lo tanto, esta imagen es una encarnación de Mí mismo. Así pues, adorad la imagen de Dios. 
El relato prosigue. El Arcángel Lucifer, o quizá Satanás, se negó a adorar la imagen de Cristo, que es el reflejo de Dios en el vasto cosmos, convirtiendo en algo odioso ese reflejo, esa imagen sostenida por la Madre Divina, por el Hijo, el Cristo. Podría decirse que, al no exigir Dios que la creación adorase al caído, éste se puso celoso.
Las señales indicativas de la caída son, pues, la ambición, el orgullo y el egocentrismo. Y a medida que se van tejiendo hasta formar un velo, una bruma que rodea al ego, se convierten en análisis intelectual, en una filosofía que, en esencia, carece de Dios. Se vuelve una ciencia materialista que no necesita a ningún Dios, un razonamiento intelectual, un modo de autosuficiencia que proclama: no necesito a Dios; puedo hacerlo mejor que Él.
Cuando su conciencia sufrió esta transformación, Lucifer aún tenía mucha luz como resultado de la acumulación de que gozaba antes de la caída. Tan inmensa era esa luz que tenía a su servicio millones de ángeles; y cuando tomó la decisión de separarse del núcleo de fuego del ser, las huestes angelicales, acostumbradas a obedecer a su líder, le siguieron. 
En el capítulo doce del Apocalipsis leemos que Miguel luchó con el dragón y sus ángeles, y el dragón no prevaleció: ni se hallo ya lugar para ellos en el cielo. Leemos también que un tercio de los ángeles fueron expulsados del cielo con el dragón, con el caído. Un tercio de las jerarquías que servían a la luz en cierto sector del cosmos siguieron la vía del análisis del intelecto.
El Arcángel Miguel vino con sus ángeles para desafiar al adversario, a aquél que se hizo antagonista de Dios; el anticristo. Hubo guerra en los cielos: Juan el Revelador, a quien Jesús dictó el libro del Apocalipsis, enviado y sellado por el ángel de Jesús, fue testigo del registro de esa guerra en el cielo. Y así, está escrito que aquellos fueron arrojados del cielo. A continuación aparece una advertencia: ¡Ay de los moradores de la tierra! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira. 

La caída de Lucifer y la contaminación de los planos de la materia.
Ese descenso e refiere a la caída de Lucifer: el descenso hacia la materia y el maya. Se refiere al hecho de que su lugar ya no estaba en el plano del Espíritu, donde sólo existe perfección. Fue arrojado del núcleo de fuego del ser para habitar en los planos de la  conciencia material: los cuatro cuadrantes (el etérico, el mental, el astral o emocional y el físico) o, en otras palabras, la morada de nuestra alma. Durante la época de la cuarta raza raíz se produjo una contaminación de los planos de los planos de la materia en este sistema solar y en otros sectores de ésta y otras galaxias. La caída se propagó por todo el sistema.
Las almas de la cuarta raza raíz, almas inocentes recién llegadas desde el corazón de Dios, carecían de los eones de experiencia de la mente del caído. Prestaron atención a sus argumentos, escucharon el razonamiento de la serpiente tal y como se describe en el Génesis: si comían del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, “de ninguna manera moriréis”. Esto es lo que la mente carnal le dijo a la mujer. El Señor Dios había dicho: “el día que comieres de él, morirás sin remedio”. Las palabras de la mente carnal (de ninguna manera moriréis) son un argumento intelectual sin significado alguno, un sofisma.
La muerte a que se alude aquí es el potencial de la muerte del alma, es decir, la segunda muerte. Al participar del conocimiento del mal, el conocimiento del velo de energía, absorbiéndolo y asimilándolo en nuestra conciencia, se sembraron las semillas de la segunda muerte. De ahí en adelante la guerra se entabló en los cuatro planos de la materia de nuestro microcosmos. De ese modo, permitimos que el demonio, que fue arrojado al plano terrestre, el plano de la materia, entrara en nuestros cuatro cuerpos inferiores.

La hora de Lucifer ha llegado.


Nos encontramos al final de la dispensación de Piscis, el final del tiempo en el que Jesús vino a mostrar el Cristo, a manifestar la luz que Lucifer no podría desafiar ni derrotar. Así pues, es al final de esta dispensación que le ha llegado la hora al Lucifer; ya no le quedan más ciclos ni oportunidades.
Además, abusó de su cargo en la jerarquía, lo cual no tenía permitido hacer, al venir a desafiar a los mensajeros de la Gran Hermandad Blanca. La manifestación de la ley es tal que quienes representan a la Gran Hermandad Blanca quedan protegidos de la influencia del caído. De la misma forma, éste es inmune a los mensajeros puesto que los hombres deben elegir a quién prefieren: a los mensajeros de los seres crísticos o a la mente carnal. En cada ocasión en la que Lucifer se ha atrevido a atacar directamente a los mensajeros, se le ha arrebatado una cierta porción de la energía y oportunidad que le fueron asignadas. Ello ha ocurrido con una tendencia creciente durante los últimos quince años, hasta que finalmente los Señores del Karma le quitaron la porción total del cincuenta y uno por ciento de su oscuridad. 

El juicio de Lucifer.
Lucifer fue llamado a juicio, ya que el Arcángel Miguel pudo atarle en respuesta a los llamados de los seres crísticos, y se le condujo al  Tribunal del Fuego Sagrado para celebrar el juicio ante los Veinticuatro Ancianos. Éste se prolongó por varios días, durante los cuales los Veinticuatro Ancianos examinaron el registro total de sus acciones. 
Se hizo una revisión. Al concluir, Lucifer recibió la oportunidad de arrepentirse, de arrodillarse ante el Cristo, ante Dios Todopoderoso, y adorar a la Presencia YO SOY. Lucifer profirió blasfemias ante los Veinticuatro Ancianos y declaró que jamás adoraría a la imagen de Cristo. De modo que le llegó su hora: mientras se encontraba el estrado, la energía de Alfa y Omega atravesó su forma y eliminó a aquél que una vez fuera conocido como el hijo de la mañana.


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