lunes, 21 de diciembre de 2015

Angeles de la Navidad



¡Que los niños reciban a su Señor en plena Gloria!
¡Escuchad, los ángeles pregoneros cantan!
¡Escuchad a los ángeles que pregonan el amanecer de la conciencia Crística en toda la humanidad! Cualquiera que escoja este día servir a la luz, recibirá el ímpetu de la llama Crística, incluso la matriz del bebé de Belén.
Tal como San Francisco adoró al Santo Niño que yacía en el pesebre, creado mediante su propio amor por el Salvador, así, sabed que el Señor Dios y la Virgen Cósmica han creado la imagen del Niño Cristo, naciendo en los corazones de la humanidad.
Y en los retiros de la Gran Hermandad Blanca, en cada uno de ellos, hay un foco permanente de la escena de la Madre con el Niño, santo, manso y benigno, con la llama protectora del patrón Saint Germain1, cuya llama de la libertad custodia el crecimiento del alma, aquí, en los pliegues de la vestidura de la Madre.
¡Angeles de la Navidad, venid! ¡Entonad vuestros cantos de alabanza! ¡Abríos paso con los ángeles de las bandas de Uriel! ¡Angeles del Príncipe de la Paz, doce legiones que reflejan la conciencia Crística de las doce jerarquías del Sol, venid! Y mezclad vuestras energías con los coros de ángeles, de hombres y de elementales, cantando: “¡Aleluya, porque el Señor Dios omnipotente reina!”
Él es el Prometido, el Salvador del mundo. El Cristo viene a cada corazón para defender los fuegos de la inmortalidad y dispensar el incienso que ha de purificar la atmosfera del alma.

No quisierais, pues, en esta época de Navidad,
Mientras con alegría guardáis la llama,
Con ángeles que acuden de todas partes,
Encender la vela de arrayán
Y luego, desde la mecha, quemar
Este incienso que también nosotros hemos usado a su vez
Dondequiera que se nos llamó a un primer plano
Para consumir el registro, causa y núcleo
De las entidades de la locura de la humanidad
Y para atar a los demonios de la blasfemia
Para proteger a los pequeñitos que
En torno al árbol de Navidad
Dan y reciben,
Adornan y son adornados
Con los obsequios destinados a Él.

La Navidad es una época para el ritual, para el ritual de los ángeles de la ministración y de la paz, del servicio y de la dulce liberación del amor.
Cuando decoréis vuestro hogar, anticipándoos a la llegada del huésped de honor, el Ser Crístico, ¿no incluiréis en la escena del pesebre que construis, un foco de oro, incienso y mirra, símbolos del equilibrio de la llama trina, transportados por los reyes magos que procedían de Oriente?
También, a diario, dad una vuelta por todo el hogar llevando la urna del incienso sagrado. ¡Oh, que éste queme la escoria, el trabajo penoso, la oscuridad de un año, para darle paso al nacimiento del pequeñito y del Hijo del Sol!:

Y cuando pongáis el árbol,
Sabed que es la Verdad
La que veremos
Brotando como la siempre verde
Brillando en los corazones de todos.
Pues la venida del Cristo,
Es la venida de la Verdad
Que liberará a toda la humanidad.
El acebo y la hiedra,
El muérdago y el pino,
Fragancias de la naturaleza y del Espíritu Santo
Son las señales para el alma de
Que esta verdad está llamando a la puerta.

Que los niños se regocijen con la llegada de Santa Claus con su fardo de regalos. Y contadles la historia del buen San Nicolás, quien, en honor al Cristo, suministró la dote a las tres doncellas, arrojando durante la noche, bolsas de oro por sus ventanas abiertas.
 Pero, sobre todo, recordad que los niños están esperando tener noticias de la venida del Cristo a su casa, como el invitado invisible.
Que pongan una silla para él. Y en tanto que las galletas son para el hombre de mejillas sonrosadas, con el fardo a sus espaldas, que también esté lista la ofrenda de la Comunión ofrecida por el Señor a los discípulos. Un trozo de pan, una copa de vino, estas constituyen también parte de vuestro santuario sagrado.
Madres y padres de la Nueva Era, vuestros niños son enseñados por vosotros a caminar y hablar con Jesús, con Moisés, con Elías y Mahoma, Confucio y el Buda, a rezar a María, al Papa Juan y a Santa Teresa.
Si esperáis que caminen y hablen con el Salvador, con los profetas y los santos, entonces dejadles disfrutar del ritual tan natural para sus corazones. ¡Que ellos reciban a su Señor en toda la gloria!
Permitidles que preparen el árbol, que cada bola decorativa sea la estrella del Cuerpo Causal de un Maestro Ascendido favorito, o de uno venerado entre las huestes del Señor. Permitidles imprimir o escribir los nombres de sus queridos amigos y que los aten en la parte superior de la bola, para colocarlas luego reverentemente, en la plena conciencia de que ¡“Mirad, YO ESTOY aquí, mirad, YO ESTOY allí”! Porque dondequiera que el nombre de un Arcángel, de un Elohim, de un ser ascendido, se escribe o se pronuncia, allí está el foco de esta Presencia Electrónica.
Los niños tratan con realidades concretas. Y sus duendes amigos y compañeros de juego, gnomos y elementales, aparecen en toda la gama para el ajetreo y el bullicio de la Navidad, para la diversión y el juego. Muchos de estos pequeñitos conversan con seres de otras dimensiones, pero temen contárselo a sus padres.
Temen la burla de la mente carnal acosada por las supersticiones de la psicología y de la respetabilidad. Pero con una palabra de aliento, con una sonrisa y un guiño, los niños, en la época de la Navidad, vuelven a entrar en el mundo celestial, de donde tan recientemente vinieron arrastrando nubes de gloria desde las octavas de luz.
Que la Navidad sea, pues, para los niños una renovación de las antiguas amistades y de los vínculos con los planos internos. ¡Que la Navidad sea la eterna maravilla del Niño Cristo nacido en el pesebre de sus corazones!
Y que ellos recreen la escena sagrada de la noche de Navidad, participando como José, María, los pastores, los tres reyes magos, el niño Jesús, el buey y las ovejas. Ellos se contentan con un traje sencillo. Que dispongan del vestuario necesario para que sus almas sean transportadas a ese lugar en el tiempo y el espacio, donde el Ser Crístico descendió con el fíat mismo de la conciencia cósmica: “¡He aquí, Yo he venido a hacer tu voluntad, oh Dios!”.
Que los pequeñitos representen los papeles y se conviertan en los actores que interpretaron el más grandioso drama que se haya presentado en el tiempo y en el espacio por el Gran Dramaturgo mismo. Dios Todopoderoso es el autor de este drama, no un drama de palabras, sino un drama sobre el ego y la carnalidad de los festivales paganos tradicionales celebrados en el solsticio de invierno.
Ahora pues, veamos cómo los niños santos adoptan y se convierten en la conciencia de quienes los precedieron en el ritual de la Sagrada Familia, en el ritual de la encarnación de la Palabra.
Que la iluminación del tronco de Navidad sea para reencender los fuegos del Anciano del Días, quien vino a la Tierra hace mucho tiempo para guardar la llama de la Vida para las evoluciones presentes aquí abajo. Que el encendido del fuego y de cada vela simbolicen por siempre encender la llama trina de la conciencia Crística en los corazones de toda la humanidad
Con una mano en la Madre y la otra en la cuna donde yace Él,
YO SOY Uriel,
Arcángel del Sexto Rayo del Cristo.


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