¡Escuchad a los ángeles que pregonan el amanecer de la
conciencia Crística en toda la humanidad! Cualquiera que escoja este día servir
a la luz, recibirá el ímpetu de la llama Crística, incluso la matriz del bebé
de Belén.
Tal como San Francisco adoró al Santo Niño que yacía en el
pesebre, creado mediante su propio amor por el Salvador, así, sabed que el
Señor Dios y la Virgen Cósmica han creado la imagen del Niño Cristo, naciendo
en los corazones de la humanidad.
Y en los retiros de la Gran Hermandad Blanca, en cada uno de
ellos, hay un foco permanente de la escena de la Madre con el Niño, santo,
manso y benigno, con la llama protectora del patrón Saint Germain, cuya llama
de la libertad custodia el crecimiento del alma, aquí, en los pliegues de la
vestidura de la Madre.
¡Angeles de la Navidad, venid! ¡Entonad vuestros cantos de
alabanza! ¡Abríos paso con los ángeles de las bandas de Uriel! ¡Angeles del
Príncipe de la Paz, doce legiones que reflejan la conciencia Crística de las
doce jerarquías del Sol, venid! Y mezclad vuestras energías con los coros de
ángeles, de hombres y de elementales, cantando: “¡Aleluya, porque el Señor Dios
omnipotente reina!”
Él es el Prometido, el Salvador del mundo. El Cristo viene a
cada corazón para defender los fuegos de la inmortalidad y dispensar el
incienso que ha de purificar la atmosfera del alma.
No quisierais, pues, en esta época de Navidad,
Mientras con alegría guardáis la llama,
Con ángeles que acuden de todas partes,
Encender la vela de arrayán
Y luego, desde la mecha, quemar
Este incienso que también nosotros hemos usado a su vez
Dondequiera que se nos llamó a un primer plano
Para consumir el registro, causa y núcleo
De las entidades de la locura de la humanidad
Y para atar a los demonios de la blasfemia
Para proteger a los pequeñitos que
En torno al árbol de Navidad
Dan y reciben,
Adornan y son adornados
Con los obsequios destinados a Él.
La Navidad es una época para el ritual, para el ritual de
los ángeles de la ministración y de la paz, del servicio y de la dulce
liberación del amor.
Cuando decoréis vuestro hogar, anticipándoos a la llegada
del huésped de honor, el Ser Crístico, ¿no incluiréis en la escena del pesebre
que construís, un foco de oro, incienso y mirra, símbolos del equilibrio de la
llama trina, transportados por los reyes magos que procedían de Oriente?
También, a diario, dad una vuelta por todo el hogar llevando la urna del
incienso sagrado. ¡Oh, que éste queme la escoria, el trabajo penoso, la
oscuridad de un año, para darle paso al nacimiento del pequeñito y del Hijo del
Sol!:
Y cuando pongáis el árbol,
Sabed que es la Verdad
La que veremos
Brotando como la siempre verde
Brillando en los corazones de todos.
Pues la venida del Cristo,
Es la venida de la Verdad
Que liberará a toda la humanidad.
El acebo y la hiedra,
El muérdago y el pino,
Fragancias de la naturaleza y del Espíritu Santo
Son las señales para el alma de
Que esta verdad está llamando a la puerta.
Que los niños se regocijen con la llegada de Santa Claus con
su fardo de regalos. Y contadles la historia del buen San Nicolás, quien, en
honor al Cristo, suministró la dote a las tres doncellas, arrojando durante la noche,
bolsas de oro por sus ventanas abiertas.
Pero, sobre todo, recordad que los niños están esperando
tener noticias de la venida del Cristo a su casa, como el invitado invisible.
Que pongan una silla para él. Y en tanto que las galletas
son para el hombre de mejillas sonrosadas, con el fardo a sus espaldas, que
también esté lista la ofrenda de la Comunión ofrecida por el Señor a los
discípulos. Un trozo de pan, una copa de vino, estas constituyen también parte
de vuestro santuario sagrado.
Madres y padres de la Nueva Era, vuestros niños son
enseñados por vosotros a caminar y hablar con Jesús, con Moisés, con Elías y
Mahoma, Confucio y el Buda, a rezar a María, al Papa Juan y a Santa Teresa.
Si esperáis que caminen y hablen con el Salvador, con los
profetas y los santos, entonces dejadles disfrutar del ritual tan natural para
sus corazones. ¡Que ellos reciban a su Señor en toda la gloria!
Permitidles que preparen el árbol, que cada bola decorativa
sea la estrella del Cuerpo Causal de un Maestro Ascendido favorito, o de uno
venerado entre las huestes del Señor. Permitidles imprimir o escribir los
nombres de sus queridos amigos y que los aten en la parte superior de la bola,
para colocarlas luego reverentemente, en la plena conciencia de que ¡“Mirad, YO
ESTOY aquí, mirad, YO ESTOY allí”! Porque dondequiera que el nombre de un
Arcángel, de un Elohim, de un ser ascendido, se escribe o se pronuncia, allí
está el foco de esta Presencia Electrónica.
Los niños tratan con realidades concretas. Y sus duendes
amigos y compañeros de juego, gnomos y elementales, aparecen en toda la gama
para el ajetreo y el bullicio de la Navidad, para la diversión y el juego.
Muchos de estos pequeñitos conversan con seres de otras dimensiones, pero temen
contárselo a sus padres.
Temen la burla de la mente carnal acosada por las
supersticiones de la psicología y de la respetabilidad. Pero con una palabra de
aliento, con una sonrisa y un guiño, los niños, en la época de la Navidad,
vuelven a entrar en el mundo celestial, de donde tan recientemente vinieron
arrastrando nubes de gloria desde las octavas de luz.
Que la Navidad sea, pues, para los niños una renovación de
las antiguas amistades y de los vínculos con los planos internos. ¡Que la
Navidad sea la eterna maravilla del Niño Cristo nacido en el pesebre de sus
corazones!
Y que ellos recreen la escena sagrada de la noche de
Navidad, participando como José, María, los pastores, los tres reyes magos, el
niño Jesús, el buey y las ovejas. Ellos se contentan con un traje sencillo. Que
dispongan del vestuario necesario para que sus almas sean transportadas a ese
lugar en el tiempo y el espacio, donde el Ser Crístico descendió con el fíat
mismo de la conciencia cósmica: “¡He aquí, Yo he venido a hacer tu voluntad, oh
Dios!”.
Que los pequeñitos representen los papeles y se conviertan
en los actores que interpretaron el más grandioso drama que se haya presentado
en el tiempo y en el espacio por el Gran Dramaturgo mismo. Dios Todopoderoso es
el autor de este drama, no un drama de palabras, sino un drama sobre el ego y
la carnalidad de los festivales paganos tradicionales celebrados en el
solsticio de invierno.
Ahora pues, veamos cómo los niños santos adoptan y se
convierten en la conciencia de quienes los precedieron en el ritual de la
Sagrada Familia, en el ritual de la encarnación de la Palabra.
Que la iluminación del árbol de Navidad sea para reencender
los fuegos del Anciano del Días, quien vino a la Tierra hace mucho tiempo para
guardar la llama de la Vida para las evoluciones presentes aquí abajo. Que el
encendido del fuego y de cada vela simbolicen por siempre encender la llama
trina de la conciencia Crística en los corazones de toda la humanidad
Con una mano en la Madre y la otra en la cuna donde yace Él,
YO SOY Uriel,
Arcángel del Sexto Rayo del Cristo.
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